La luz se convierte en la principal protagonista de esta composición; al iluminar fuertemente al Niño se provocan unos interesantes contrastes entre zonas de luz y zonas de sombra. Las figuras de alrededor de Jesús se aprecian con absoluta claridad mientras las que se encuentran más alejadas quedan en semipenumbra, donde la luz y el color se adueñan por completo de la obra.
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